Aftersun y el reencuentro de la memoria

 La memoria es un ejercicio de autoficción. El recuerdo al ser escurridizo va cambiando de matices conforme vamos reconstruyéndolo. «Aftersun» (2022) es un ejercicio de autoficción de Charlotte Wells, donde regresa a Turquía, un viaje hacia sus recuerdos y las piezas perdidas de su padre.

La potencia del reencuentro en la memoria

Hay distintas maneras de enfrentarse a un texto cinematográfico. A veces le damos más peso a sus aspectos técnicos y otras veces nos dejamos llevar por lo subjetivo. Aftersun se encuentra en el medio, con el lenguaje cinematográfico nos encontramos en su memoria y los resquicios de esta y todo este ambiente nos transporta a un nudo de emociones, que algunos criticarán de sentimentalismo o manipulación (luego regresaremos a esta idea).

Los sonidos nos guían al hecho de rebobinar una cinta de vídeo que nuestra protagonistas está visualizando, que por sí sola ya es una metáfora del ejercicio de recordar, que son los vídeos si no recuerdos almacenados. Charlotte Wells sabe utilizar todos los recursos literarios que tiene a su alcance. La discoteca que se yuxtapone entre sus cintas y memoria es una metáfora de como se está reencontrando con su padre, y para el final de la cinta ella ya lo entiende, permitiéndose abrazarlo y empatizar con él. Es por esto que el final es muy potente, donde él deja soltar soltar todo y luego lo volvemos a encontrar bailando al sonar de «under pressure» (una selección atinada, aunque no fuera la idea inicial de la directora) donde todo el discurso que va construyendo cobra sentido.

Quizás esa es mi parte favorita de la cinta, el ejercicio de recordar con lo que sabemos ahora. El subtexto que crea maravillosamente la actuación de Paul Mescal nos esboza la idea que Sophie (Frankie Corio) del presente entiende todo aquello que ella miro con inocencia. En los recuerdos está la inocencia y lo que la separa de su padre.

  El relato íntimo solo es objetivo cuando se escribe en masculino

La parte divertida de escribir blogs y no crítica de cine seria es poder escribir lo que sea. Es por esto que debo recordar la plática que tuve con un amigo. Él me decía que las directoras no tenían espacio por contar historias terriblemente íntimas, hecho que ahora que salieron las nominaciones al Oscar me parece pertinente. Aftersun no fue nominada, una cinta íntima que es rentable por no ser totalmente contemplativa o específica (incluso, un crítico la descalifica por nostálgica), es una cinta que esta al nivel técnica de Moonlight y es más artística que La la land.

Al mismo tiempo, es nominada The Fablemans un ejercicio de autoficción. ¿Por qué esa cinta si merece el reconocimiento? De manera personal y poco informada, me parece que tiene que ver primero el autor, no tanto si es masculino o no. Es curioso que se crea que por íntimo que el cine hecho por mujeres no sea rentable, mientras directores activamente están yéndose por exponer sus infancias: Roma de Cuarón, The fablemans y Belfast. 

Regresando al crítico, califica Aftersun de manipuladora, pero no creo que diga lo mismo de otras obras melodrámaticas que por asociarse a los masculino son obras maestras. Estas pequeñas observaciones me hacen creer que la intimidad, aunque sea asociado al mundo privado y femenino, solo puede ser aceptado si se escribe en masculino.

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