PERFUME DE VIOLETAS y el olor que no desaparece

  

Perfume de violetas es el quinto largometraje dirigido por Maryse Sistach y escrito por José Buil. También es la primera parte de su trilogía sobre la violencia en México (Manos Libres, 2003 y La Niña en la Piedra, 2006). El subtítulo “Nadie te oye” dice mucho sobre la historia que están a punto de contarnos.

 

En una entrevista a Maryse Sistach, ella comenta que en Perfumes de Violetas el olor era algo central de la historia. Desde el primer encuentro entre Miriam (Nancy Gutiérrez) y Yessica (Ximena Ayala) se empieza a notar la presencia de los aromas, a la par que comienza el relato de amistad entre ellas. 

 

Yessica olfatea el pelo de Miriam: olía a violetas. En este momento se marca la diferencia entre ellas: una despide una fragancia de flores y la otra quiere ocultar su fetidez. Las diferencias se marcan, Miriam tiene la inocencia que a Yesica le falta. 

 

Miriam, con ese gesto, enseguida se siente enternecida por esa chica nueva que aparenta ser dura. Al día siguiente, ella le regala un jabón con ese mismo aroma, marcando el comienzo de su tierna amistad.

 

Es inevitable comprobar que los olores están muy presentes a través de todo el relato, como lo apunta el título “Perfume”. Ya que, a lo largo del filme, hay elementos que apelan continuamente a este sentido. Por nombrar otro momento, se puede pensar en  la escena en que Yessica pregunta si huele raro después de ser abusada y su obsesión por ponerse siempre el perfume de violetas al llegar a la casa de Miriam, como si fuera posible borrar con esa fragancia floral el recuerdo de ser abusada sexualmente.  

 

Yessica es una niña desesperada por ser escuchada y es ahí donde encuentra a Miriam, una niña que está fascinada con su rebeldía. En la inocencia y soledad, logran sembrar una amistad donde Yessica por fin se siente escuchada; mientras que Miriam se siente acompañada, al pasar las tardes esperando la llegada de su mamá. Esta relación dura hasta que la mamá de Miriam (Arcelia Ramírez) decide que Yessica, después de robar un perfume de violetas, no es una buena influencia para su hija. En ese momento, Yessica es apestada por su mejor amiga y por todo el mundo a su alrededor. 

 

Después de ese suceso y pasar la noche en la calle, surge otra presencia interesante del olor: sus compañeros la acusan de heder, incluso su novio Héctor (Gabino Rodríguez) la desconoce. Yessica ya no tiene el perfume de violetas para ocultar su podredumbre interior. 

 

El subtítulo Nadie te oye revela que cuando eres víctima de violencia de género, nadie te escuchará, solo te echarán la culpa; seguro eres una buscona. Y el ciclo de violencia se repite, pero ahora la víctima es victimaria. Ese es el desenlace de la película, una tragedia que se pavimentó cuando nadie quiso oír los gritos de ayuda de Yessica. Esta vez la víctima pudo evitarlo, pero por mirar a otro lado acabó perdiendo a la persona que más quería. 

 

Maryse Sistach toma la historia de una nota roja y la convierte en una de las películas que mejor retratan la violencia de género dentro del cine mexicano. Su sensibilidad, gracias a sus estudios de antropología, está latente en todo el filme; con ella consigue difuminar la ficción de lo documental. Incluso, a momentos te llegas a cuestionar si no es real lo que estás viendo en pantalla.

 

La estética de Perfume de Violetas es cruda, no se viste de tomas contemplativas ni bellas. Al contrario,te muestra la realidad como es, con sus colores opacos y grises propios de una ciudad contaminada por el smog y la gente que vive ahí; como si Maryse quisiera que el hedor del Distrito Federal cruzará la pantalla. Puede hasta parecer que no hay un trabajo de fotografía detrás, lo que puede ser entendido como un acierto de Servando Gajá, quien es el encargado de la fotografía, o todo lo contrario.  Este estilo recuerda al cine mexicano de principios del dos mil.  

 

Asimismo, la banda sonora contiene canciones con palabras altisonantes, con el mismo vocabulario de Yessica; incluso podría decirse que guarda una conexión con el estado de ánimo de ella.  Todo el lenguaje de la cinta no imita lo hollywoodense. Se siente la identidad mexicana, desde el vestuario creado por Alejandra Dorantes hasta el último detalle. El uniforme de la secundaria pública, la diamantina y los columpios nos recuerdan la inocencia de las protagonistas, misma que es robada por la violencia en la que están inmersas.

 

Revisitar este filme, donde Ximena Ayala ya tiene una larga filmografía, es curioso porque al verla en la actualidad no encuentras a su personaje de Yessica. Después de un segundo, sabes que en efecto fue ella quien le dio vida. Esa manera de cambiar es sinónimo de una buena actuación. Ni hablar de la química que tuvo con Nancy Gutiérrez. Todas las actuaciones de Perfume de Violetas fueron pertinentes. Vemos a una Arcelia Ramírez que dista mucho de la que aparece en las telenovelas. 

 

Definitivamente, Perfume de Violetas sabe comunicar de una manera única la podredumbre de la sociedad. De las pequeñas violencias hasta las más grandes. Sus personajes toman malas decisiones, como una persona real. Maryse logra una obra que no debe quedarse en el olvido, merece ser recordada, escuchada y olida. 

 




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